Muchos de nosotros hemos escuchado el término “inteligencia emocional” desde hace tiempo. En muchas ocasiones la gente lo confunde para referirse a una habilidad: no dejar que las emociones intervengan en nuestras decisiones y en nuestra vida diaria. Es curiosa esta forma de interpretar el concepto, ya que se sabe que las emociones son precisamente una gran fuente de información. Hacer a un lado nuestras emociones sería lo menos inteligente, desde la perspectiva del desarrollo humano.
El concepto “inteligencia emocional” tiene muchos años y fue popularizado a mediados de los años noventa, con la publicación del célebre libro de Daniel Goleman. No pasó mucho tiempo en que surgió la tentación de medirlo como si se tratara de un coeficiente intelectual, probablemente porque la inteligencia se sigue asociando sólo a lo racional. Podemos definir de manera general a la inteligencia emocional como la habilidad para identificar, regular y expresar de forma constructiva nuestras emociones. Hay que tener especial cuidado en no confundir esto con “manipular”, “controlar”, o “reprimir” nuestras emociones. El Dr. Víctor Muñoz Pólit, creador del modelo de Musicoterapia Humanista, ha comentado en varios congresos: “lo que no se expresa, tarde o temprano se actúa". Y si algo se expresa únicamente en una dimensión, se actuará de manera inconsciente en otras. Alguien que controla su enojo e intenta mentalmente hacerlo desaparecer está muy lejos de la inteligencia emocional. He observado que por lo general, suele confundirse inteligencia emocional con “control emocional”. Los seres humanos no sentimos por accidente. Las emociones tienen una razón de ser: son el lenguaje de nuestras necesidades y lo que nos vincula al mundo. Si alguien está enojado, existe todo un contexto detrás de su enojo. Y si este enojo no se expresa, tarde o temprano se actuará, ya sea de forma pasiva o activa, consciente o sin que la persona se de cuenta. De ahí la importancia en que las emociones se expresen. Cuando alguien se encuentra enojado, triste o con miedo, no bastará aplicar “control mental” para que la emoción no afecte mis decisiones o mi vida. Es necesario expresarnos y movilizar la energía que a nivel corporal genera cada emoción. Si esta energía no se mueve, la emoción “se atora” y de ahí vienen las depresiones, las enfermedades, las dinámicas ocultas, la manipulación, las adicciones, las inseguridades, la agresión pasiva, etc. La próxima vez que veas a alguien enojado o triste sabrás que lo que necesita no es controlar su emoción, sino sacarla de una forma en que no afecte a los demás y que tampoco se haga daño a sí mismo. Cuando alguien aprende a expresar sus emociones de forma constructiva, entra en un proceso de aprendizaje e incrementa su nivel de consciencia. Hay una gran diferencia entre 2 tipos de personas: las que controlan sus emociones y las que saben escucharlas para saber elegir mejor, viviendo de forma más plena. La Musicoterapia Humanista, trata específicamente de esto. Emplea la música como lenguaje principal, ya que la música llega a lugares que las palabras no pueden. El modelo de Musicoterapia Humanista tiene una visión completa, ya que además de darle un lugar especial a las emociones, trabaja la energía, el cuerpo y el alma de la persona. Lo más importante, es que la música no sea utilizada únicamente como una medicina, sino como un maestro que nos ayude a tomar consciencia de lo que hacemos en la vida. Alma sana, cuerpo sano. |
AuthorINSTITUTO MEXICANO DE MUSICOTERAPIA HUMANISTA Archives
Octubre 2023
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